LIMPIEZA

Este tiempo me encuentra atravesando limpiezas muy profundas.
Las limpiezas no son un juego.
Cuando nos adentramos en ellas
nos volvemos testigos de nuestras propias miserias.
Se requiere de mucho coraje para velar las propias muertes.
Y un profundo y genuino contacto con nuestra vulnerabilidad.
Para no mirar solo a la muerte como un pasaje hacia la vida,
sino recibir su presencia así como se nos presenta.
De este modo se abren las temibles puertas por las que ingresan
los fantasmas del miedo, de la angustia, de la impotencia.
Todos ellos alertándonos que, frente a lo nuevo,
será muy difícil sostener lo que hemos construido.
Al hacerlo, en el cuerpo se activan diversos focos de dolor.
Este pico de la crisis es crucial: nos replegamos o atravesamos nuestros propios límites.
Si decidimos retirarle la sabana a los fantasmas,
podemos encontrar allí toda la data que necesitamos para profundizar en nuestra plenitud.
Ya no son fantasmas.
Ante ellos, presenciamos la muerte de los personajes que ensordecen la escucha de quienes vamos siendo.
Que se caiga lo que ya no sirve.
Porque me amo,
me mato.
Gastón.